La gente se obstina en no reconocer que, a pesar de su edad y experiencia profesional, cuando van a invertir en bolsa, o en cualquier otro mercado como el inmobiliario, son como niños inocentes. Digo esto sin intentar ofender a nadie sino sólo como una sincera opinión sobre lo que puedo observar a mi alrededor. Yo también me he considerado, en un momento dado, un "niño" ante el complejo mundo de la bolsa.
Digo esto porque los niños no reaccionan al intelecto, simplemente porque no tienen desarrollada la capacidad de análisis que le da la experiencia y el conocimiento, sino sólo a través de impulsos. En la bolsa esos impulsos son avaricia y miedo.
Esto es más evidente cuando llevamos un niño a un centro comercial y como lo paseemos por la sección de juguetes ya tenemos la tarde echada. Su impulso: llevarse el juguete que le llama tanto la atención. Está tan cerca y al alcance de la mano que cuando lo tenga, en casa no le hará ni caso. Es un impulso, un deseo. No razonan ni comparan que juguete le dará más satisfacción ni cual es mejor en relación calidad-precio. Sólo quieren el que les parece el mejor, por tenerlo.
Pues en la vida eso es lo que pasa con los adultos que se acercan sin conocimiento alguno a la bolsa. Compran según el impulso de aquello que les parece la mejor opción pero no basan su decisión en un razonamiento claro de dónde les llevará sino casi por impulso se podría decir. Ya aprenderemos por la experiencia, dirán algunos. Resultado: Catástrofe. Resultado de la experiencia: No volver a comprar nada.
¿Qué se debe hacer entonces? Simplemente lo que hace una persona que alguna vez fue niño: Aprender. Poco a poco, y máxime en la era de la información. La pauta es que se debe formar uno mismo en el mercado que quiera entrar hasta que ese niño sea todo un experto en la bolsa y entonces, sólo entonces cuando madure en su conocimiento, la bolsa, o el mercado inmobiliario, será, a sus ojos, un juego de niños.
Gracias.
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