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martes, 29 de julio de 2014

Austeridad, suicidio o solución


Me río yo de los que no hacen más que meterse con la austeridad. Austerticio, creo que lo llaman, haciendo un "ingenioso" juego de palabras entre austeridad y suicidio. Esos mismos desean, entre otras cosas, imprimir billetes a manta porque, si en EEUU lo hacen, ¿por qué no nosotros?-se preguntan-, y devaluar la moneda (o volver a la peseta que es lo mismo) porque creen que son la panacea de la solución de nuestros males económicos. Si eso fuera así Colombia, Uganda, Madagascar o Laos serían los países más ricos y más exportadores del planeta y, eso, no es así. Éstos que defienden estas tesis, para mí, no hacen más que sacar a pasear, y por la plaza mayor, la más inculta de sus ignorancias.

Si algo debemos aprender de la Historia patria es que por más que inventemos formas de crear "billetes" tener más y gastar más no resuelve el problema sino que lo puede agravar. Nuestra historia nos recuerda que de América, en los siglos XVI y XVII, gracias a la esclavitud de los indios traíamos barcos llenos de moneda nueva y no fue precisamente eso lo que evitó lo inevitable sino, al contrario, agravó el problema. Aquí en esa época, en la que no trabajaba ni el tato, todo se sobornaba y nada se inventaba, al pobre que se le ocurriese trabajar se le cosía a impuestos (¿de qué me suena todo esto?). Por lo tanto, el que trabajaba era porque no tenía suficiente como para librarse de los impuestos y eso no tarda en acabar mal. Con tanto oro y plata de nuevo cuño deberíamos haber sido inmensamente ricos, ¿no es así? Pues no, quizá así pareció en un primer momento pero el resultado final es que no.

La consecuencia más directa de aparición de tanta "riqueza", o la primera de ellas, fue de la inflación que alcanzó el 107% a mediados del siglo XVII. Claro, como había tanta moneda en circulación y era más cómodo "vivir" sin trabajar todo se compraba al exterior que, como era natural, creó una deuda externa de 70 millones de ducados frente a una recaudación de solo 10 millones de ducados. Se intentó de todo, hasta se usó una forma de devaluación de moneda poniendo otra en circulación llamada el Vellón que era parte plata y parte cobre. Y es por eso, porque solo se cobraba impuestos a los currantes que eran cuatro gatos, teníamos los precios por las nubes, de impuestos no se recaudaba nada y creábamos una deuda externa inasumible y, por lo tanto, no se tardó en caer en suspensión de pagos en 1607 (y eso que entraba oro y plata a manos llenas, ¿¿¿¿cómo es posible????).

Finalmente, como de envidias íbamos sobrados y necesitaba el Estado ingresos inmediatos se acuerda, en 1609, la expulsión de los moriscos y la incautación de todos sus bienes (que era el verdadero fin de tales leyes aunque la excusa era la pureza de sangre y mantener la fe y demás). Con la consiguiente expulsión y confiscación de sus bienes de casi los únicos que curraban en España los que se quedan son nobles, monjas y frailes la crisis no se arregló, evidentemente, y las consecuencias se arrastraron durante siglos posteriores. Esto era similar al famoso "exprópiese, señor alcalde" que en su día puso de moda el señor Chávez de Venezuela. Expropiar hasta que no hay nada más que expropiar.

Así que, lejos de ser un ingenioso juego de palabras, entre austeridad y suicidio, simplemente es una nueva palabra de un arte tan viejo como la historia del hombre y poco recomendable para la sociedad: Demagogia.

Y de la historia reciente deberíamos también aprender porque del "España va bien" nos hemos encontrado con lo mismo: inflación, corrupción y deuda por un tubo.

Así que, valorando los hechos, juzguen ustedes mismos.

Un saludo.

1 comentario:

  1. Lo que se debe entender es que la base para una sana prosperidad se fundamenta en vivir dentro de las posibilidades de cada uno y, mientras, reservar un pellizquín al ahorro sin olvidarse de uno mismo. Eso, en términos Estatales, no conlleva para que sufran los que menos tienen y se recorte solo en ayudas sociales pero sí cierto que se gaste con prudencia porque el dinero, que es de todos, no tiene que servir ni para fórmulas 1 ni aeropuertos ni copas américas que para hacer eso se hubiese recortado en impuestos y nosotros ya hubiésemos decidido en qué gastarlo.

    Ese es un poco el ejemplo que he querido ilustrar con el detalle histórico, que ni aun lloviéndonos el dinero no hay posibilidad de escapar de una crisis económica si olvidamos el sentido común.

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